Los trastornos digestivos funcionales, manifestados por eructos y flatulencias, son causa frecuente de consulta y pueden angustiar a los pacientes si elaboran falsas interpretaciones sobre la posible gravedad del proceso. El profesional sanitario debe explicar de forma clara las variaciones fisiológicas de la motilidad intestinal y hacerle ver el origen benigno de los síntomas.
La expulsión de gases por el recto varía, pero se sitúa de 600 a 1.400 mL/24 h. La flatulencia es originada por los gases deglutidos cuya composición inicial es un 79% de nitrógeno (N) y un 21% de oxígeno (O2), a los que se suma una determinada cantidad de anhídrido carbónico (CO2) procedente de la neutralización del ácido clorhídrico (CLH) por la secreción alcalina pancreática. Dado que se liberan 20 mL de C02 por cada mEq de ácido neutralizado se estima que cada hora pasan a la luz duodenal 100 mL de C02, pero la mayor parte no llega al colon porque se absorbe en el intestino delgado. El intestino grueso contiene escaso O2 porque casi todo es utilizado por las bacterias aerobias. El hidrógeno (H) representa aproximadamente un 20% del volumen gaseoso y es producido cuando fermentan los hidratos de carbono (HC) no absorbidos (la rafinosa, compuesto hemicelulósico de la judía blanca, se absorbe poco y produce gran cantidad de H). El CO2 que se libera en el curso de la fermentación de los HC por las bacterias anaerobias representa aproximadamente el 15% del volumen de los gases intestinales. El H y el CO2 son, pues, los principales residuos gaseosos originados por la fermentación bacteriana de los HC.
Con respecto al metano, se trata de un gas inflamable pero inodoro y parece que interviene un factor genético en su producción intestinal, que es continua y poco influida por los HC no reabsorbidos. El olor de las flatulencias no se debe pues a este gas, sino a la presencia escasa (menos de un 1%) de otros gases, principalmente hidrógeno sulfurado.
Asociado a las flatulencias y como parte del síndrome se suelen dar eructos de repetición con un componente ansioso acompañante, ya que la deglución del aire responsable de los mismos es automática e inconsciente. Este aire retenido en la cámara gástrica puede comprimir el diafragma y originar dolor epigástrico y retrosternal simulando incluso un ángor. El síndrome del ángulo izquierdo intestinal se caracteriza por la acumulación de gases en el ángulo colónico y se manifiesta por dolor en esa zona que puede irradiar a hombro izquierdo simulando también un ángor, pero que cede tras la expulsión de gas.
Abordar este síndrome requiere comentar al paciente que el volumen diario de gas intestinal está en relación con la dieta y a la cantidad de HC remanentes intracolónicos. Se debe preguntar por la ingesta excesiva de bebidas carbonatadas, de agua mineral con gas o de cerveza y también de la masticación de chicle o caramelos duros (salivación importante y deglución de aire). Las dentaduras postizas mal ajustadas y la obstrucción nasal crónica también provocan deglución excesiva de aire. Si todo esto no se detecta se puede sospechar y confirmar un déficit de lactosa, haciendo una prueba de tolerancia, una determinación de la concentración del H espirado tras su ingesta e incluso una determinación de lactasa. Cuando estas exploraciones no sean asequibles cabe suprimir los lácteos durante tres semanas y valorar la disminución de los síntomas. En ocasiones puede existir un cuadro de malabsorción y los glúcidos o los azúcares que normalmente se reabsorben en el intestino delgado llegan al colon y fermentan.
Un régimen escaso en su contenido disminuirá la sintomatología del paciente (se deben restringir alimentos como coles, judías, ciruelas y salvado). Estas normas elementales son prioritarias porque dimeticona con metoclopramida o cleboprida con simeticona u otros procinéticos son ineficaces si no se asocian a estas medidas básicas. No existe evidencia de que los antiácidos disminuyan los gases intestinales, aunque la neutralización del CLH podría reducir la cantidad de CO2 producida en el duodeno. Por último, no debe olvidarse la posibilidad de asociar un tratamiento ansiolítico. En la práctica la dieta de exclusión y los fármacos sintomáticos suelen ser suficientes, pero en caso de que el cuadro persista o se agrave deberá realizarse una exploración morfológica completa (incluyendo endoscopia) para descartar la organicidad del mismo.