Me es imposible admitir que una persona que precisa para sobrevivir una transfusión muera o se la deje morir por convicciones religiosas. Y sin embargo el documento de voluntades anticipadas realizado ante testigos o notario y registrado oficialmente debe ser aceptado por los profesionales sanitarios encargados de cuidar al paciente, pueda o no pueda expresar su voluntad, incluso cuando sus familiares más cercanos deseen anularlo.
Mujer de 74 años de edad, divorciada, diagnosticada de una neoplasia hematológica en fase terminal. Sus 5 hijos, muy unidos a su madre, le arroparon durante toda su enfermedad y fueron testigos de su mejoría cuando le transfundían. Cuando su enfermedad avanzó y llegó a la situación de agonía, permaneció en su domicilio acompañada por sus hijos, pero fue en esa situación cuando ellos solicitaron a sus médicos (al médico de cabecera que le visitaba todos los días y al médico internista que también le visitaba con frecuencia) que continuaran transfundiéndole para mejorarla, que no la dejaran morir.
Acude a nuestra consulta un paciente que no conocíamos con anterioridad. Acaba de empadronarse en nuestra localidad y no tiene necesidades especiales de salud, pero nos dice que él y toda su familia, incluidos dos niños, son testigos de Jehová. Comenta que acaba de leer una noticia en la que se informaba de que ya pueden realizarse operaciones sin transfusiones sanguíneas y quiere saber si esto es cierto por si alguna pudiera necesitarlo.