La película, que es una crítica a la repetición diaria de los mismos comportamientos y situaciones rutinarias, sirve, según Minué, para explicar el comportamiento de las sociedades científicas y los grupos de opinión en fechas clave para la atención primaria. Todos los años repiten las mismas cantinelas, sin visos no ya de que solucionen los agravios planteados, sino de que se plantee alguna alternativa al periclitado modelo vigente. Aunque en su análisis Minué hace otras derivaciones, interesa seguir el guion de la película para continuar comprendiendo el sentido de estos rutinarios y, sobre todo, estériles comportamientos de los líderes de la atención primaria.
Durante el desarrollo de la trama, Bill Murray aprovecha su conocimiento de los sucesos que le van a acaecer (al fin y al cabo se repiten todos los días) con los más variados propósitos: desde ligar con una de las bellezas de la película hasta conseguir dinero o suicidarse. Es consciente de que, haga lo que haga, el nuevo día comenzará repitiendo las situaciones y sin que nada de lo sucedido el día anterior tenga consecuencias. Desde hace años la atención primaria y los médicos de familia reviven su día de la marmota; se repiten las mismas reclamaciones y nuestros líderes no tienen empacho en convertirse por un día en adalides de una sensata defensa del profesional. Pero hay que empezar a pensar que estos lamentos y, sobre todo, esta actitud rutinaria no son producto de la casualidad, sino más bien de un profundo y experto conocimiento de la situación y un deseo de mantenerla. Parece que reivindicar transformaciones de forma rimbombante para que nada cambie es el objetivo. De otra forma no se explica que la reivindicación de la atención primaria, con unos argumentos tan contundentes y duraderos, sea tan inútil. Tampoco se explica que los escasos movimientos de rehabilitación profesional (Diez minutos, Antiburocracia, EBAs) se hayan generado fuera de las órbitas de las sociedades científicas de atención primaria, que han asistido expectantes, pero ausentes, a su nacimiento, desarrollo y muerte.
No es descabellado pensar que sus intereses sean otros, y que conocedores del argumento, no tengan ningún interés especial en cambiar el estado de las cosas. Para unos la reforma de una mediocre situación anterior fue tan perfecta que no sería necesario ningún otro cambio sustancial; para otros la accesibilidad y la equidad del sistema sanitario son valores tan fundamentales que las demás cuestiones deben estar subordinadas a ellos. En otros casos, la consecución y consolidación de privilegios particulares ha sido la cómoda venda que impide una altura de miras profesional; por no citar los casos donde el orgullo reivindicativo se pervierte con amistades peligrosas como la industria farmacéutica, o se diluye en una carrera política donde se olvidan los orígenes.
Lo que estos grupos parecen olvidar es que la reforma se inició y terminó hace treinta años; que profesionales bien considerados, tratados y pagados son fundamentales para una asistencia sanitaria de calidad y que la reciente crisis ha puesto de manifiesto la volatilidad de muchos presupuestos considerados inamovibles. No todo seguirá eternamente igual; es difícil saber si los cambios son producidos por el entorno o por nuestras acciones, pero lo que sí está claro es que en un momento determinado y, cuando menos se lo esperen, las cosas van a cambiar. Sucedió hasta en el «día de la marmota», y en ese caso con un final feliz.
Rafael Bravo Toledo
Médico
Centro de Salud Linneo. Madrid
http://rafabravo.wordpress.com/