Realizamos hace unas semanas en Sevilla una conferencia sobre el sentido último de la orientación al mercado en salud, y específicamente sus implicaciones para la atención primaria. Al final de la misma, como es habitual, uno de los asistentes se acerca, quiere profundizar, resolver dudas. Y acaba verbalizando «¿… pero, simplemente, no le podríais llamar de otra forma, quitando la palabra marketing?… es que me irrita aceptar que esto del marketing es necesario».
Hoy su clínica o centro sanitario funcionan correctamente, pero usted intenta cada año generar ideas para el mañana en base a las tendencias del futuro: gestionar los clientes de mutuas, promocionarse entre los nuevos vecinos o dirigirse a nuevos especialistas que le pueden referir pacientes.
Su centro, consulta o departamento ya ha decidido definitivamente aplicar esto que llamamos orientación al mercado: pensar en que la actividad no sólo debe ser técnicamente lo mejor posible según sus criterios médicos, sino además gestionada para ser valorada por sus pacientes. Y esta nueva orientación le lleva a pensar en comunicar más y mejor: cómo hacer el folleto de presentación de la clínica, las inserciones en los especiales de salud de la prensa generalista, o la ineludible web y los asesores que le aparecen como setas sobre «nosotros pondremos colores y contenido, un poco de todo».
El reputado escritor, futurólogo y visionario Alvin Toffler aventuraba en 1980 que, con el aumento de la tecnología y algo llamado «red de redes», aparecería en la sociedad un nuevo perfil de ciudadano: los prosumers, las personas que preferirían producir los productos o servicios que pudieran necesitar. Y con ello tendríamos nuevos productos, nuevos ofertantes y una sociedad basada en nuevos ciudadanos.