Los datos muestran los sólidos fundamentos del m-health, el uso para la prestación de servicios de salud de los diferentes terminales móviles de telecomunicaciones disponibles (smartphones, tablets...). La penetración del terminal móvil en los países desarrollados es del 100%, y de un creciente 66% en el total de la población mundial. Tenemos hoy unas 13.000 aplicaciones (apps) para poder gestionar nuestra propia salud y forma física. Aproximadamente el 30% de las personas que se han bajado apps han escogido aplicaciones vinculadas a la salud; y el 75% de los médicos de un referente como es Estados Unidos tienen un terminal Apple. Tal ensalada de datos permite a los expertos prever que en el 2017 el mercado genere una facturación de 23 mil millones de dólares, incluyendo en esta previsión a los operadores, los dispositivos, los proveedores de servicios y los creadores de apps.
Trabajan los diferentes operadores en base a dos grandes áreas de desarrollo. La primera área engloba aquellas aplicaciones que permiten a los profesionales sanitarios mantener puntos de contacto a distancia con sus pacientes: la monitorización (un 30% del mercado actual), la diagnosis (un 15%) o la asistencia a personas con enfermedades crónicas o dependientes. La segunda área engloba aquellas aplicaciones que, sin implicar una interacción directa con el paciente, sí permiten mejorar la eficiencia en la prestación del servicio sanitario: servicios vinculados a la administración, la respuesta a emergencias o los servicios de vigilancia.
Más allá de las cifras o las áreas previstas de servicios, lo más significativo es que ya se visualizan los servicios que se podrán prestar a través del dispositivo móvil: no hablamos de ciencia ficción, sino de usos donde ya disponemos del software y de los soportes adicionales requeridos. Los oídos podrán ser examinados mediante un mini microscopio incorporado a la cámara, complementado con un software que realizará recomendaciones de tratamiento. Los electrocardiogramas se realizarán mediante microsensores incorporados a nuestro dispositivo móvil. El sueño será diagnosticado incorporando una cinta para la cabeza con tecnología inalámbrica que detectará nuestro comportamiento cuando dormimos. Las calorías quemadas serán calculadas con una precisión del 95% mediante sensores corporales que controlarán el pulso cardiaco, la temperatura, la transpiración, o la disipación del calor. Usaremos el móvil con ultrasonidos para evaluar traumas o aneurismas abdominales, o realizaremos el seguimiento del azúcar en la sangre. Y finalmente permitirá desarrollar el concepto de coach your life, de seguimiento de nuestro estilo de vida, por ejemplo detectando un exceso de horas retozando en el sofá de casa o de consumo de antidepresivos.
Finalmente el marketing nos dice que el mercado sólo crecerá si los agentes implicados perciben valor en su desarrollo, si las motivaciones son mayores que los frenos. La industria está entregada en la búsqueda de una mayor presencia en las relaciones paciente-doctor. Incluso empresas alejadas estrictamente del concepto sanitario: Ford ya prepara automóviles con monitores que identifiquen diabetes, asma o alergias; o el productor de cereales Quaker Oats ha lanzado en India una aplicación de móvil para seguimiento del corazón como complemento a sus cereales.
Los agentes clave serán pues pacientes y profesionales. Los pacientes pedirán aplicaciones fáciles de usar, con resultados que ellos puedan controlar y guardar para pedir una segunda opinión; pero de entrada la monitorización es atractiva, y así hoy ya tenemos estudiantes que en lugar de jugar al Angry Birds monitorizan su pulso simplemente manteniendo su dedo en la cámara. El agente que genera más dudas en el mercado son los profesionales sanitarios, percibidos como un colectivo con baja adopción de nuevas tecnologías y desconfiado de los nuevos servicios, que serán gratuitos y algo incontrolables para sus pacientes. Reflexione el lector sobre qué valores querríamos que aportara el m-health a los profesionales de la salud para impulsar su uso.