Había sido recogido en la calle la mañana del domingo y pedí que lo desnudaran completamente para explorarlo. Estaba somnoliento, farfullando algo irreconocible y repetitivo pero no presentaba heridas ni signos de traumatismo craneal. Como se trataba de un alcohólico ya conocido, interpreté que el alcohol era el responsable de su estado y le pedí a la enfermera que le pusiera un suero glucosado con complejo vitamínico B. Como había otros pacientes dejé a un estudiante con él y le pedí que mientras atendía a otro enfermo lo explorara neurológicamente. Cuando había dado tres altas, el estudiante vino sorprendido y me comentó que creía que el "etílico" tenía un Babinski izquierdo. No me lo creí y acudí a constatarlo. En efecto existía un Babinski izquierdo y a la vez resultaban inútiles los intentos de despertarlo. Solicité la presencia del adjunto que solicitó un TAC cerebral descubriéndose un hematoma subdural. Consultado el neurocirujano se procedió a la intervención quirúrgica y el paciente curó sin secuelas.
Comentarios del remitente: El adjunto (el jefe) me llamó a su despacho y me hizo "meditar" sobre tres puntos importantes. El primero, que todo paciente alcohólico que presente alteración de la conciencia debe ser considerado sospechoso de presentar una urgencia neuroquirúrgica, incluso en ausencia de traumatismo craneal reciente. La segunda, que todo diagnóstico de alcoholismo agudo debe estar basado en la determinación de la cifra de alcoholemia (fácil y rápida de realizar). En este caso prácticamente no había alcohol en sangre. La tercera y última era que ¡la exploración neurológica debe hacerla usted y no un estudiante! ¡Entendido!
Extraído de: Algunos errores médicos propios y ajenos para aprender y meditar. Recopilador: M. Blasco Valle. Editado por GOPAr Grupo de Osteoporosis Aragón. Zaragoza