Cuando lo exploré apretaba con la mano el muslo y mantenía la pierna en flexión y rotación externa. No había hernias, ni equimosis ni masas palpables. Le diagnostiqué estiramiento muscular, le prescribí un AINE tópico y lo cité para valorar la evolución en 72 horas. Ya me había olvidado del caso cuando a los 15 días volvió a la consulta con una carta de alta del hospital. Resultó que el dolor aumentó y la familia lo llevó al hospital donde, tras muchas exploraciones, le diagnosticaron un hematoma retroperitoneal. Le habían suspendido la anticoagulación y el paciente se había recuperado adecuadamente.
Comentario del remitente: No me sentí muy mal porque la cosa era para hilar fino pero me reafirmé en los riesgos de la anticoagulación. El dolor del paciente se debía a irritación del nervio iliofemoral causada por la hemorragia retroperitoneal. De hecho, a posteriori recordé no haber valorado un signo del psoas positivo. La lección que aprendí fue que, cuando un paciente se encuentre bajo terapia anticoagulante, un lugar frecuente de hemorragia es el retroperitoneo y debido a que el examen directo es difícil, se deben sospechar y valorar los síntomas y signos de un dolor referido al muslo y/o los genitales.
Comentarios del recopilador: Ninguno. Tiene razón.
Extraído de: Algunos errores médicos propios y ajenos para aprender y meditar. Recopilador: M. Blasco Valle. Editado por GOPAr Grupo de Osteoporosis Aragón. Zaragoza