Los autores de este estudio parten de la constatación de que la concentración de las unidades de cuidados intensivos pediátricos ha demostrado mejorar los resultados y optimizar el coste-beneficio de la hospitalización de los pacientes críticos. La concentración de los hospitales de tercer nivel en las grandes ciudades implica que los pacientes graves que ingresan en hospitales comarcales deban ser trasladados a esos centros, lo que hace necesario contar con equipos especializados en este tipo de transporte.
El objetivo de este trabajo era analizar la tasa de complicaciones que se registraron durante el transporte de pacientes críticos tras aplicar los estándares de estabilización en el hospital emisor. Para ello, se definieron los criterios de estabilización previos al transporte, las intervenciones que de ellos se derivaron, las complicaciones surgidas durante el traslado y las maniobras terapéuticas requeridas para solventarlas.
Carreras y Brió analizaron retrospectivamente los traslados efectuados por la unidad de transporte aéreo del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau durante 5 años. Clasificaron la muestra de estudio en pacientes con insuficiencia respiratoria, con compromiso hemodinámico o con afectación neurológica. A continuación describieron los estándares de estabilización y cuantificaron las intervenciones practicadas durante esta fase en el hospital y durante el traslado. Por último, definieron y agruparon las complicaciones en mayores y menores, y las cuantificaron.
Hubo un total de 388 pacientes trasladados. En el hospital emisor, 207 presentaron insuficiencia respiratoria, 124 trastornos neurológicos, y 102 inestabilidad hemodinámica. Durante la estabilización, 295 pacientes precisaron oxígeno y 161 ventilación mecánica. Se colocaron 14 drenajes pleurales, 397 vías periféricas y 97 centrales. Se administraron fármacos vasoactivos en 92 ocasiones y anticomiciales en 41. Se practicaron 24 maniobras de reanimación cardiopulmonar. Dos pacientes fallecieron antes del traslado y uno precisó cirugía. Durante el traslado, se registraron 20 complicaciones mayores (6 neurológicas, 13 hemodinámicas y 1 respiratoria) y 69 complicaciones menores (14 neurológicas, 29 hemodinámicas y 26 respiratorias). Un paciente falleció durante el traslado.
La eficiencia del transporte pediátrico se apoya en tres pilares fundamentales: especialización de los equipos, estabilización previa adecuada y prevención de complicaciones. Aunque el personal asistencial de los hospitales emisores estabilizó en gran medida a los pacientes de la serie revisada, el equipo de transporte, a fin de alcanzar los objetivos de estabilización deseados, tuvo que practicar diferentes técnicas antes de iniciar el traslado. Esto explica, según los autores, que en numerosas ocasiones los tiempos de estabilización fueran superiores a los del propio transporte. El 24% de las intubaciones, el 20% de las vías venosas periféricas, el 17% de los catéteres centrales y el 71% de los drenajes pleurales fueron realizados por el equipo de transporte. Este último punto es especialmente relevante. Debe tenerse en cuenta que la presión atmosférica durante el vuelo en helicóptero es inferior a la del nivel del mar. También hay que tener presente la mayor exigencia en la estabilización hemodinámica, como evidencia el elevado número fármacos vasoactivos que utilizaron los transportistas, un 46% del total. Por último, cabe señalar que se desestimó trasladar a un paciente inestable con una hemorragia interna hasta que fue intervenido quirúrgicamente. En concreto, este paciente había sido diagnosticado de un traumatismo craneoencefálico puro; el equipo encargado de su traslado apreció una inestabilidad hemodinámica que no era atribuible al traumatismo craneal, y una ecografía detectó una rotura hepática, por lo que el paciente fue intervenido antes de ser trasladado.
El chequeo de las bombas de infusión y la correcta colocación de drenajes, sondas y venoclisis son aspectos fundamentales antes y durante el transporte. Previamente al traslado, deben comprobarse la autonomía de gases y electricidad y el equipo de aspiración autónomo, y justo antes de iniciar el traslado deben ajustarse los parámetros del respirador de transporte, partiendo de las características previas de ventilación en el hospital, según una gasometría. Los autores recomiendan hacer una radiografía de tórax para comprobar la correcta colocación del tubo endotraqueal y de los drenajes pleurales una vez instalado el paciente en la camilla. Debe realizarse una monitorización continua de electrocardiograma, saturación arterial de oxígeno, frecuencia respiratoria y presión arterial. La medicación de reanimación, el equipo de ventilación manual, el desfibrilador y los fármacos potencialmente necesarios, según la enfermedad, deben estar a mano. Lo más importante, sin embargo, es estar constantemente pendiente del paciente, manteniendo un control continuo del nivel de conciencia, la coloración, la simetría de la ventilación, los pulsos y la posible presencia de signos clínicos de alarma. Es preciso detectar cualquier alteración de la estabilidad, adelantarse a los acontecimientos y tratar las complicaciones desde su inicio; además, hay que tener en cuenta que, según las maniobras que deban realizarse, se requerirá efectuar un aterrizaje de emergencia y habrá que advertir a los pilotos de estas circunstancias para que estabilicen en lo posible el vuelo y vayan detectando potenciales puntos de toma de tierra.
El transporte interhospitalario de pacientes críticos pediátricos conlleva un riesgo potencial de complicaciones, y en caso de que se produzcan, su tratamiento es especialmente complejo durante el traslado en helicóptero. Para realizar el traslado en óptimas condiciones, deben cumplirse dos premisas: una alta especialización del equipo asistencial y un nivel de estabilización adecuado en el hospital emisor. Particular relevancia tiene garantizar la permeabilidad de la vía respiratoria, una ventilación adecuada y el mejor nivel de estabilidad cardiocirculatoria posible.
En la población estudiada, sólo el 5,1% de los pacientes sufrieron alguna complicación grave. Los autores atribuyen esta baja tasa de complicaciones a la correcta estabilización del paciente, llevada a cabo según los estándares adoptados por el equipo.
Carreras E, Brió S. Prevención de complicaciones en el transporte interhospitalario aéreo del paciente crítico pediátrico. Rev An Pediatr (Barc). 2014; 81(4): 205-211.