La última revisión de la European League Against Rheumatism (EULAR) sobre el tratamiento de la artrosis de manos data de 2007; en los más de 10 años transcurridos se han publicado evidencias que sugieren la necesidad de hacer una revisión de las guías.
La artrosis de mano permanece un poco olvidada respecto a otras localizaciones, como la cadera y la rodilla, en las que se han producido grandes avances en cuanto al abordaje quirúrgico, pero no debemos olvidar que la localización en manos es frecuente, y que la actividad laboral y la vida diaria limitan cada vez más la movilidad, desencadenan dolor y causan una importante alteración funcional.
La metodología empleada en esta revisión es la habitual, de talque expertos clínicos con asesoramiento de expertos en metodología revisan la bibliografía científica, supliendo las carencias con las opiniones de los expertos y valorando el grado de acuerdo y la fuerza de la evidencia.
Las recomendaciones de los expertos son las siguientes:
- El objetivo principal del tratamiento de la artrosis de mano es el control de los síntomas, como el dolor y la rigidez, y así poder optimizar la función, la actividad y la calidad de vida. Los pacientes deberían ser educados y entrenados en principios de ergonomía, descansos en la actividad y uso de dispositivos de ayuda. El uso de ortesis debería considerarse en la artrosis del primer dedo, desaconsejándose su uso prolongado.
- Se debe ofrecer información a todos los pacientes sobre la naturaleza y el curso de la enfermedad, así como educación sanitaria en principios de autocontrol y opciones de tratamiento. Debería considerarse para cada paciente la realización de ejercicios para mejorar la fuerza de las manos, con objeto de reducir el dolor.
- El tratamiento de la artrosis de manos debe ser individualizado teniendo en cuenta su localización y gravedad, así como las comorbilidades. Deberían elegirse como primera opción los tratamientos tópicos, por razones de seguridad, entre los cuales se recomiendan los antiinflamatorios no esteroideos (AINE) como tratamiento de primera línea. Los analgésicos orales, especialmente los AINE, pueden considerarse en tandas de duración limitada para el alivio de los síntomas. El condroitín sulfato podría usarse para obtener alivio de los síntomas y mejoras en la función. Las inyecciones intraarticulares de esteroides no se emplean habitualmente, pero podrían considerarse. No hay evidencia suficiente para recomendar el uso de fármacos modificadores de enfermedad convencionales o biológicos en la artrosis de manos.
- El tratamiento de la artrosis de manos debería basarse en decisiones compartidas entre el paciente y el profesional sanitario. El seguimiento a largo plazo del paciente debe adaptarse a sus necesidades individuales.
- El manejo óptimo de la artrosis de manos habitualmente requiere un enfoque multidisciplinario, sumando opciones no farmacológicas, farmacológicas y quirúrgicas. La cirugía debería considerarse en pacientes con alteraciones estructurales, cuando otros tratamientos no consiguen un alivio efectivo del dolor. La trapeciectomía debería tenerse en cuenta en los pacientes con artrosis trapeciometacarpiana (no lo incluye la EULAR, pero la artroplastia también es una opción en esta localización), y la artrodesis o artroplastia en pacientes con artrosis interfalángica.
Pese a los 11 años transcurridos, habría que considerar que esta revisión, aun siendo necesaria su actualización, ofrece pocas novedades, y como clínico espero que el arsenal terapéutico en los próximos años traiga importantes novedades. Resulta clarificador el posicionamiento de la EULAR respecto a los AINE tópicos como tratamiento de primera línea, probablemente reforzado con el uso de condroitín sulfato en caso de falta de eficacia, en relación con el tratamiento farmacológico. Las infiltraciones, así como las opciones quirúrgicas, van a estar limitadas por el acceso a estas técnicas en consulta, pero es bueno conocer la posición de la EULAR al respecto.
Los dispositivos que disminuyen el estrés articular en las actividades cotidianas, especialmente las labores de cocina, el autoaseo o el trabajo de oficina, no son suficientemente conocidas por el personal sanitario ni por los pacientes, pero permiten una mayor autonomía, reducen el dolor y, probablemente, la progresión de la enfermedad.