Tenemos la sensación de que los pacientes con una patología crónica inflamatoria tienen una mayor prevalencia de trastornos mentales, especialmente en la esfera ansiedad-depresión. Se han sugerido muchas hipótesis como base para esta asociación, desde la aparición como cuadro reactivo ante la presencia de dolor-limitación de la actividad, hasta factores de tipo biológico, como el efecto sobre el sistema nervioso central de mediadores de la inflamación, como la interleucina 6. Sin embargo, los datos que valoran esta asociación se relacionan con estudios transversales, y se echa en falta la existencia de estudios longitudinales que permitan comprobar si los trastornos inflamatorios son previos y pudieran contribuir a la aparición de trastornos mentales. Aunque existen algunos estudios prospectivos, los resultados son inconsistentes.
Los autores del trabajo que se comenta estudian de forma prospectiva una base de datos formada por 538.707 pacientes tratados en atención primaria, a los que se realizó un seguimiento desde el 1 de enero de 2001 hasta el 31 de diciembre de 2016. Seleccionaron por consenso las siguientes enfermedades inflamatorias crónicas: psoriasis (moderada o grave), enfermedad de Crohn, colitis ulcerosa, lupus eritematoso sistémico, artritis reumatoide y espondilitis anquilosante.
A cada paciente con enfermedad inflamatoria, los autores asignaron 2 sujetos controles no expuestos a una enfermedad inflamatoria, emparejados por sexo y edad, y excluyeron, tanto pacientes como controles, los que presentaban un diagnóstico de ansiedad o depresión previo al inicio de la selección.
Los análisis estadísticos los ajustaron por índice de masa corporal, tabaquismo, presión arterial, consumo de alcohol, presencia de comorbilidad, sucesos vitales estresantes y medicamentos prescritos.
Finalmente, los autores incluyeron un total de 180.163 pacientes con trastornos inflamatorios crónicos y 358.544 pacientes controles. La mediana de duración del seguimiento fue de aproximadamente 4 años.
La mayor incidencia de ansiedad-depresión la encontraron en pacientes con psoriasis (14 casos/1.000 personas-año), seguida por la enfermedad de Crohn o la espondilitis anquilosante (12 casos/1.000 personas-año).
El análisis de riesgos proporcionales determinó que los pacientes con psoriasis grave presentaban un 71% más de riesgo de nueva depresión en comparación con los controles; en relación con la ansiedad, el riesgo fue mayor en los pacientes con diagnóstico de espondilitis anquilosante (Hazard ratio [HR]= 1,36).
En conjunto, los pacientes con trastornos inflamatorios tuvieron un 16% más de riesgo de experimentar ansiedad o depresión (HR= 1,16; intervalo de confianza del 95%: 1,12-1,21; p <0,001).
Según los autores, el estudio demuestra que la aparición de ansiedad-depresión es moderadamente, aunque de forma significativa, posterior al desarrollo de trastornos inflamatorios crónicos, lo que avala la hipótesis de que éstos son la causa de los trastornos del eje ansiedad-depresión y no una consecuencia.
Los autores concluyen que aunque el riesgo en estos pacientes no sea mucho mayor que el asociado a otros trastornos, globalmente es importante, por lo que el clínico debe estar atento a su desarrollo, así como tener en cuenta estos trastornos a la hora de valorar la actividad de la enfermedad en las diferentes escalas que incluyen la valoración subjetiva del paciente.