Las espondiloartritis se asocian a otras enfermedades más o menos relacionadas entre sí o con el tratamiento. Algunas de ellas comparten características etiopatogénicas, como la psoriasis, uveítis y enfermedad inflamatoria intestinal, mientras que otras derivan de sus complicaciones o del tratamiento habitualmente empleado. Se conoce un aumento de la mortalidad en esta población, fundamentalmente por enfermedad cardiovascular, pero también por complicaciones de fracturas de vertebras espinales y por una enfermedad relativamente infrecuente pero grave como es la amiloidosis con nefropatía. No parece haber un exceso de enfermedades oncológicas en asociación a las espondiloartritis ni al tratamiento empleado. En caso de uso de dosis elevados de glucocorticoides o de fármacos anti-TNF, existe un aumento de complicaciones infecciosas potencialmente graves. No se dispone de estudios recientes sobre la asociación entre espondiloartritis y tabaquismo en cuanto a comorbilidad pulmonar, pero es conocido que la implicación del raquis dorsal y las articulaciones costovertebrales conducen a una insuficiencia ventilatoria restrictiva que puede potenciar la enfermedad obstructiva asociada al tabaco. Cabe mencionar que la primera descripción anatomopatológica de la espondilitis anquilosante correspondía a un paciente que murió por insuficiencia respiratoria. Estas asociaciones han llevado a que en el desarrollo de guías clínicas para el seguimiento y tratamiento de estas enfermedades, se incluyan diversos apartados para el cribado de las enfermedades asociadas aunque su grado de implantación es muy variable.
Los autores del trabajo objeto de este comentario se propusieron evaluar la presencia de comorbilidad y factores de riesgo en estos pacientes, los fallos en la implantación de las medidas de cribado recomendadas y evaluar el número de pacientes en los que se detecta un factor de riesgo como consecuencia de esta iniciativa. El trabajo está auspiciado por la ASAS (Assesment in SpondyloArthritis International Society) lo que facilita la participación colaborativa de una gran número de especialistas. Así obtuvieron una muestra de 3.984 pacientes procedentes de 22 países. De estos pacientes, un 44% recibían o habían recibido fármacos anti-TNF. La enfermedad más frecuentemente asociada con las espondiloartritis fue la osteoporosis seguida de la enfermedad ulcerosa gastroduodenal. Los factores de riesgo más frecuentemente asociados fueron hipertensión arterial, tabaquismo y dislipemia, por este orden. El antecedente de enfermedad isquémica cardíaca o de ictus fue del 2,7%, con unos valores mayores en los Estados Unidos y en la población del norte de Europa. La prevalencia global de cualquier tipo de cáncer fue del 3%, el más prevalente de los cuales fue el cáncer de cérvix (1,2%), mientras que la de carcinoma cutáneo basocelular fue del 0,8% y la del melanoma de 0,7%. La prevalencia global de infección por el virus de la hepatitis B fue del 3,5%, sobre todo en China y Turquía (12,0%), al igual que para el virus de la hepatitis C, con una prevalencia en Turquía del 5% y en Egipto del 4%, frente a una media global del 1,2%. Un 2,5% de los pacientes padecía tuberculosis activa con diferencias por países desde el 0% hasta un 9,0% en Corea del Sur. La osteoporosis se constató en un 13,4% de los pacientes, la prevalencia de fracturas vertebrales fue del 2% y la de fractura de cadera del 0,2%. Se detectó hipertensión arterial en el 33,5% de los pacientes, con cifras más elevadas en EEUU y norte de Europa; el segundo factor de riesgo cardiovascular encontrado fue el tabaquismo en un 29,3% y la prevalencia de dislipemia fue del 27,3%.
El grado de implantación de las medidas de cribado fue igualmente diferente entre los diferentes países; así de una forma global, se recogían los factores de riesgo cardiovascular en el 50,5% de las historias clínicas. Las medidas de cribado oncológico se llevaron a cabo más frecuentemente para el cáncer ginecológico femenino (44%) y para el cáncer de mama (39,8%). Registraron el cribado de cáncer de colon en el 32,7% de los pacientes con factores de riesgo y sólo vigilaron la posible aparición de cáncer de piel en un 10,7%. Esta iniciativa del grupo ASAS llevó al diagnóstico de hipertensión en un 14,7%, de diabetes mellitus en un 5,2% y de dislipemia en un 21,1% de los pacientes, además de los que ya tenían estos factores de riesgo registrados en su historial.
El estudio demuestra la alta prevalencia de comorbilidad y factores de riesgo en este grupo de pacientes y el importante grado de mejora que puede conseguirse con una aplicación sistemática de las guías clínicas. El seguimiento de estos pacientes no siempre se realiza en unidades con suficientes los suficientes recursos y en muchas zonas no es una prioridad para las autoridades sanitarias, pero los clínicos implicados deben tener en cuenta estos datos.