- La espasticidad es un fenómeno discapacitante, y se estima que el 38% de los pacientes que han sufrido un ictus presentan espasticidad al cabo de un año
- Las guías de práctica clínica recomiendan valorar el uso de la toxina botulínica como tratamiento de la espasticidad
- Añadir electroestimulación de la musculatura extensora de la muñeca y los dedos no muestra beneficios adicionales
La espasticidad es un fenómeno discapacitante, y se estima que el 38% de los pacientes que han sufrido un ictus presentan espasticidad al cabo de un año. En el ictus, la espasticidad se presenta en patrones clínicos característicos que pueden limitar diferentes funciones, producir dolor y afectar a la calidad de vida del paciente. Las diferentes guías de práctica clínica para la rehabilitación de los pacientes con espasticidad tras un ictus recomiendan valorar el uso de la toxina botulínica como un elemento más del programa rehabilitador. Por otro lado, no se ha investigado la eficacia de añadir electroestimulación neuromuscular de la musculatura extensora de la muñeca y los dedos al tratamiento con toxina botulínica. Por este motivo, los autores del estudio se propusieron evaluar los beneficios adicionales de un programa de electroestimulación neuromuscular de la musculatura extensora de la muñeca y los dedos en pacientes con espasticidad flexora distal secundaria a un ictus, tratados con toxina botulínica tipo A.
Para ello, realizaron un ensayo clínico aleatorizado y controlado, e incluyeron a 25 pacientes con un déficit motor del miembro superior, secundario a un primer episodio de ictus, de 6 o más meses de evolución, y espasticidad en la flexión de la muñeca y/o la mano de 3 o más puntos en la escala modificada de Ashworth. En todos los casos el tratamiento inicial consistió en la infiltración de 200 unidades de toxina botulínica tipo A en la musculatura flexora de la muñeca y los dedos, seguida de tres sesiones de estimulación eléctrica de los músculos infiltrados con electrodos de superficie. Posteriormente, los pacientes se distribuían en dos grupos de tratamiento: grupo 1 (12 sesiones de electroestimulación en los músculos extensores) y grupo 2 (12 sesiones de electroestimulación placebo). Los pacientes fueron evaluados a las 4 y 16 semanas de la infiltración mediante diferentes escalas de función motora (Fugl-Meyer Motor Assessment [FMA], Medical Research Council Scale [MRC], Motricity Index for Motor Impairment after stroke and dynamometry), de la capacidad funcional de miembro superior (Chedoke Arm and Hand Activity Inventory [CAHAI], Box and Block Test [BBT]) y del tono muscular (escala modificada de Ashworth). La edad media de la muestra fue de 56,6 años y la distribución por sexos fue de 16 varones (66,7%) y 8 mujeres (33,3%). El ictus fue isquémico en el 75% de los casos, con un discreto predominio de hemiplejía derecha. A las 4 semanas, se observó una mejoría significativa en la función motora (FMA y MRC) y en la capacidad funcional del miembro superior, así como una reducción del tono muscular en la muñeca y los dedos. A los 4 meses se mantuvo la mejoría en la función motora respecto a los valores basales, pero no de la espasticidad. Cuando se compararon los resultados entre ambos grupos a las 4 semanas y a los 4 meses no se observaron diferencias significativas en ninguna de las variables de función motora y capacidad funcional del miembro superior.
Con estos resultados, los autores concluyen que la infiltración de toxina botulínica tipo A en la espasticidad flexora distal del miembro superior mejora la función motora, la capacidad funcional y la espasticidad en el ictus crónico, pero añadir electroestimulación de la musculatura extensora de la muñeca y los dedos no muestra beneficios adicionales.
Duarte E, Marco E, Cervantes C, Díaz D, Chiarella SC, Escalada F. Efectos de la toxina botulínica tipo A y electroestimulación en la espasticidad flexora distal de la extremidad superior en el ictus. Ensayo clínico aleatorizado. Rehabilitación. 2011; 45: 194-201.