El trastorno de ansiedad generalizada se encuentra clasificado dentro de los trastornos de ansiedad según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, en su quinta edición (DSM-5), de la American Psychiatric Association. Sus manifestaciones clínicas principales son un estado de anticipación aprensiva y la dificultad para controlar la preocupación. Uno de los posibles síntomas asociados es la dificultad para concentrarse, o quedarse con la mente en blanco. En la práctica clínica, los pacientes con trastorno de ansiedad generalizada manifiestan frecuentemente quejas cognitivas y una falta de confianza respecto a su rendimiento cognitivo, que a menudo interfiere con su funcionalidad ocupacional. En este sentido, un estudio realizado en una muestra de pacientes de baja laboral por enfermedad encontró una correlación significativa entre los síntomas de ansiedad y las quejas subjetivas de memoria. Asimismo, un reciente metaanálisis, que evalúa la posible disfunción en la metacognición en una amplia muestra de pacientes con trastornos de ansiedad, muestra que éstos presentan una disminución de la confianza en sus funciones cognitivas y una mayor autoconciencia respecto a ellas.
Los síntomas cognitivos en las enfermedades psiquiátricas, como la esquizofrenia, están ampliamente definidos en la literatura científica, e incluso se han desarrollado baterías neuropsicológicas específicas para su evaluación. Actualmente existe también consenso respecto a la afectación cognitiva en pacientes con trastorno bipolar, incluso en ausencia de descompensación afectiva. La presencia de disfunción cognitiva en el caso de la depresión mayor, especialmente en ancianos, se ha descrito incluso en la literatura clásica, en la que aparece el término «demencia melancólica» en un texto clínico del siglo XIX, y el posteriormente popularizado término de «seudodemencia depresiva». Sin embargo, los síntomas cognitivos en los trastornos de ansiedad están menos definidos, dado que los hallazgos neuropsicológicos en estos trastornos son menos consistentes en la bibliografía.
Los autores del trabajo comentado consideran que el estudio y el abordaje de los síntomas cognitivos en sujetos con trastorno de ansiedad generalizada resultan de interés, por la probable repercusión que tienen sobre la adaptación funcional del sujeto, sobre todo teniendo en cuenta el carácter relativamente persistente y crónico de los síntomas en este trastorno. Por ello, y para permitir una mejor definición de los síntomas cognitivos en el trastorno de ansiedad generalizada, realizaron una revisión sistemática de los estudios relacionados con el funcionamiento neuropsicológico en los diferentes dominios cognitivos en sujetos adultos con diagnóstico de trastorno de ansiedad generalizada.
A partir de los estudios revisados, los autores destacan que hay hallazgos consistentes en la bibliografía a favor de un peor rendimiento cognitivo en los pacientes con trastorno de ansiedad generalizada en las siguientes funciones: atención selectiva, memoria de trabajo, inhibición cognitiva, toma de decisiones (predicción del error) y cognición social. Los resultados más consistentes se refieren a la influencia de estímulos emocionales (fundamentalmente amenazantes o ansiógenos) en el rendimiento en tareas de atención, memoria de trabajo e inhibición cognitiva. A su vez, estos resultados son congruentes con los de estudios centrados en tareas de cognición social, que muestran dificultad para la identificación y el procesamiento de las emociones en sujetos con trastorno de ansiedad generalizada y una mayor sensibilidad a los estímulos negativos, con una tendencia a su generalización. Sus hallazgos ponen de relieve que las dificultades cognitivas en los sujetos con trastorno de ansiedad generalizada no se limitan a la dificultad de concentración, definida como posible síntoma asociado en los criterios diagnósticos estandarizados, puesto que los síntomas definidos como nucleares en este trastorno (estado de anticipación aprensiva y dificultad para controlar la preocupación) parecen interferir en el desempeño de diversas tareas cognitivas. Tres estudios que incluyen la evaluación del efecto de una intervención psicoterapéutica, realizando la evaluación cognitiva tanto antes como después de ella, encuentran una mejoría en el rendimiento cognitivo en pacientes con trastorno de ansiedad generalizada tras la intervención psicoterapéutica, y desaparecen incluso las diferencias con los controles en uno de ellos.
Los autores destacan el carácter sistemático de la revisión y la evaluación de resultados en los diferentes dominios cognitivos, incluida la cognición social, un área en la que existe un interés creciente en la literatura científica. El hecho de incluir en la revisión exclusivamente estudios controlados incrementa el nivel de evidencia de los resultados expuestos. Por otro lado, el hecho de excluir a pacientes menores de 18 años y mayores de 65 años permite minimizar el efecto de posibles cambios en la cognición ligados al proceso de neurodesarrollo o neurodegeneración propio de la edad.
Los autores concluyen que, dada la repercusión clínica y funcional de los síntomas cognitivos en estos pacientes, se necesitan futuros trabajos que incluyan muestras más amplias y controlen posibles variables de confusión, como el tratamiento farmacológico y la comorbilidad depresiva, así como el desarrollo de instrumentos específicos de evaluación y el estudio del eventual efecto del tratamiento sobre estos síntomas