Hasta un 50% de las pruebas de imagen realizadas en medicina resultan innecesarias. Su valor clínico en el diagnóstico de enfermedades no se puede discutir, pero en ocasiones no aportan información útil, no benefician al paciente y no están exentas de riesgos.
La aproximación diagnóstica al vértigo y el mareo, que suponen una carga asistencial significativa, es compleja. Existen pocas guías o consensos sobre la adecuación de la solicitud de pruebas radiológicas para estos pacientes. El término «mareo» no es específico, ya que incluye un amplio abanico de síntomas: vértigo, inestabilidad, desequilibro y presíncope. El reto de evaluar y tratar al paciente con vértigo y mareo reside en identificar correctamente la etiología de su queja, ya que el diagnóstico diferencial es muy amplio. Es habitual que los médicos que valoran a estos pacientes utilicen las pruebas de imagen como primera aproximación diagnóstica para descartar causas centrales del síntoma.
Los autores de este estudio pretenden conocer qué perfil de pacientes con vértigo y mareo tienen realizadas pruebas de neuroimagen, así como cuantificar y describir los hallazgos radiológicos; también analizan el coste-utilidad de la tomografía computarizada (TC) y la resonancia magnética (RM) en el estudio de estos pacientes. Para ello, plantean un estudio descriptivo con recogida de datos de una cohorte retrospectiva de 493 pacientes, clasificando la muestra en 2 grupos según si tenían realizado o no un estudio de neuroimagen. Consideraron las pruebas solicitadas tanto por vértigo como por otro motivo. De la revisión de la historia clínica estudiaron las variables demográficas de los pacientes (edad, sexo, país de nacimiento) y las variables clínicas (patología psiquiátrica/psicológica y asistencia a urgencias por vértigo).
De los resultados obtenidos, valoraron que actualmente es muy común la realización de pruebas radiológicas en el estudio del vértigo y el mareo, ya que más de la mitad de los pacientes de la muestra tenían realizadas pruebas de neuroimagen (TC, RM o ambas), y comprobaron que un gran número de ellos tenía más de un estudio realizado. Los pacientes con una prueba de neuroimagen realizada eran 7 años mayores que los que no la tenían. Los pacientes sometidos a una prueba de imagen, como parece lógico, presentaban más factores de riesgo vascular y una mayor sospecha de patología de origen central. En este grupo había más pacientes con una patología depresiva valorados previamente por psiquiatras o psicólogos. Los autores consideran que esta comorbilidad podría relacionarse con la reiteración de la queja y con una mayor demanda de pruebas por parte del paciente.
En más del 90% de las pruebas de neuroimagen realizadas en pacientes con vértigo y mareo no encontraron signos radiológicos relacionados con el síntoma. Al igual que en otros artículos, consideran que la neuroimagen ayudaría en el diagnóstico del vértigo cuando se investiga algo específico, no como método de cribado. Los pilares fundamentales en el diagnóstico del vértigo y mareo son la anamnesis y la exploración física, y con este estudio los investigadores reafirman la idea de que las pruebas de imagen han de ser complementarias y, sobre todo, guiadas por una historia clínica adecuada. Igualmente, una selección correcta de las pruebas solicitadas, según los principios de la radiología basada en la evidencia, ayudaría a promover el uso apropiado de los recursos y aportaría enormes beneficios a los pacientes (disminuyendo las exploraciones que utilizan radiaciones ionizantes), a los profesionales (menos sobrecarga) y a los gestores (uso eficiente de recursos). Según los autores, cuando las pruebas se solicitan sin tener un diagnóstico de presunción, la interpretación de los resultados reviste cierta dificultad, y es complejo determinar si la aparición de un hallazgo radiológico justifica un síntoma como el vértigo, el mareo o la inestabilidad. Otro aspecto relevante en opinión de los autores es que en ciertos casos, como en las afectaciones neurovasculares, a pesar de detectar el hallazgo radiológico, no se suele realizar un tratamiento médico o quirúrgico curativo, es decir, la solicitud de la prueba ayuda a establecer el diagnóstico diferencial, pero no alteraría la condición clínica del paciente.
La TC craneal sin contraste fue con diferencia la prueba más solicitada, realizada en más de un tercio de los pacientes, con un coste de 35 euros por prueba, y con un bajo porcentaje de acierto. La prueba que más hallazgos significativos tuvo fue la RM de la base del cráneo con contraste. Los autores creen que el exceso de TC craneales solicitadas puede deberse a la práctica de una medicina defensiva. También valoran el elevado coste económico que suponen estas pruebas.
Los investigadores concluyen que se realiza un gran número de TC y RM craneales en pacientes con vértigo y mareo, y en la clínica diaria no resulta sencillo interpretar los hallazgos radiológicos obtenidos en las pruebas de neuroimagen de estos pacientes. Por tanto, a su juicio, es preciso tener un diagnóstico de sospecha previo a partir de la anamnesis y la exploración del paciente con vértigo para hacer una buena selección de las pruebas que se deben solicitar.