El trastorno por déficit de atención/hiperactividad (TDAH) es un trastorno del neurodesarrollo que presenta de un modo persistente inatención o hiperactividad-impulsividad, que interfieren con el desarrollo, y afecta de modo clínicamente relevante al funcionamiento académico, social o laboral.
El TDAH en niños representa una de las patologías más frecuentemente atendidas en los servicios sanitarios públicos, y se ha constatado una mayor afectación clínica, familiar y académica en ellos cuando se comparan con la población general o controles clínicos. Desde la perspectiva evolutiva, presentan una importante afectación en resultados académicos, desempeño laboral, prácticas sexuales de riesgo, embarazos no deseados tempranos, consumo de sustancias, dificultades en las relaciones, problemas conyugales, infracciones de tráfico y accidentes automovilísticos, lo que hace especialmente relevante su reconocimiento e intervención temprana.
La calidad de vida relacionada con la salud que abordamos en nuestro análisis es un constructo multidimensional que valora el funcionamiento físico, psicológico, social o cognitivo, cuando ha sido limitado o alterado por la presencia de una enfermedad o accidente. Comprender el impacto del TDAH sobre la calidad de vida tiene un papel relevante para valorar el nivel de alteración funcional necesario para el diagnóstico del trastorno, y es un marcador importante y fiable de los resultados de una intervención terapéutica, que no debe circunscribirse únicamente a la reducción de síntomas.
El análisis de la calidad de vida en niños y adolescentes con TDAH es relevante para valorar las alteraciones funcionales vinculadas al trastorno y evaluar la eficacia de las intervenciones terapéuticas farmacológicas o psicosociales.
En este contexto, el objetivo de los autores del estudio era analizar la percepción que los niños y adolescentes tienen de su calidad de vida relacionada con la salud en casos de TDAH, con y sin medicación, y en controles equivalentes en sexo, edad y zona sociodemográfica. Para ello, realizaron un estudio analítico/observacional con diseño equivalente a casos y controles, en el que se incluían casos clínicos de TDAH tratados farmacológicamente, casos no tratados y controles, apareados por sexo, edad y zona sociodemográfica, a partir de una muestra de 228 participantes de 8-14 años de edad, de los que 114 eran controles y 114 casos de TDAH. Los casos los dividieron en 57 con tratamiento farmacológico mediante metilfenidato y 57 sin tratamiento. El 78,5% eran de sexo masculino y el 21,5% femenino, con la misma equivalencia proporcional en casos y controles.
A partir de los resultados de los diferentes cuestionarios empleados, los autores observaron que la mayor intensidad de los síntomas de TDAH se relacionaba significativamente con una peor calidad de vida en la mayoría de las dimensiones valoradas: física, psicológica, social y cognitiva. En la dimensión psicológica encontraron diferencias más relevantes en los casos de TDAH, que presentaban una peor autonomía y estado de ánimo que los controles, con mayor presencia de comorbilidad en los casos de TDAH, como la ansiedad o la depresión, y la frecuente presencia de desregulación emocional, especialmente en los casos no tratados.
La dimensión escolar (percepción de capacidad cognitiva, aprendizaje, concentración y reacción ante la escuela), como representante teórico del constructo más cognitivo de la calidad de vida, refleja unos peores resultados en los casos de TDAH no tratados respecto a los controles.
La dimensión social estaría teóricamente representada en el estudio por la relación con los padres, la relación con los amigos y la aceptación social. En este estudio resulta relevante la percepción de los niños y los adolescentes sobre la ausencia de diferencias significativas respecto a los controles en relación con los padres y los amigos.
Respecto al tratamiento farmacológico con metilfenidato, los autores valoran que los casos de TDAH tratados presentan significativamente mejores resultados que los no tratados en la dimensión del entorno escolar; sin embargo, a diferencia de otros estudios, no se aprecian diferencias significativas en otras dimensiones que podrían ser susceptibles de intervención terapéutica.
Los autores concluyen que el TDAH, según los datos de la muestra, se comporta como un factor con influencia negativa sobre la calidad de vida, especialmente en las dimensiones vinculadas al entorno escolar, el bienestar psicológico, la autonomía, el estado de ánimo y la aceptación social, lo que subraya la necesidad de detección e intervención temprana, incidiendo terapéuticamente sobre las dimensiones afectadas que presentan un potencial impacto sobre la salud. Asimismo, consideran que sería deseable que los profesionales implicados en el tratamiento de los casos de TDAH incluyesen en su arsenal terapéutico la evaluación y la intervención sobre la calidad de vida.