La temperatura central disminuye después de la inducción de una anestesia general, debido a la redistribución del calor corporal del compartimento central al periférico. La intensidad de este descenso de temperatura depende de la inhibición que la anestesia produce sobre la vasoconstricción tónica termorreguladora, así como de la magnitud del gradiente de temperatura entre el compartimento central y el periférico.
La hipotermia se define como una temperatura central inferior a 36 ºC y se relaciona en muchos trabajos con un aumento de la morbilidad, como alteraciones de la coagulación, prolongación de la farmacocinética de los fármacos, acidosis metabólica, aumento en las complicaciones cardiovasculares y una mayor incidencia de infecciones. El precalentamiento del paciente antes de iniciar la anestesia es el único sistema para prevenir la hipotermia que se produce en intervenciones quirúrgicas de corta duración.
Los autores del presente trabajo estudiaron la eficacia de dos sistemas para aportar calor a los pacientes en el quirófano: las mantas de aire caliente y las eléctricas. Las primeras se ponen sobre el paciente y se conectan a un equipo que calienta el aire que circula por su interior; son de un solo uso. Los sistemas de calentamiento con mantas eléctricas utilizan un dispositivo de resistencias de bajo voltaje con tecnología de fibra de carbono para generar calor, y son reutilizables. En el estudio se seleccionaron a 27 pacientes programados para cirugía laparoscópica de colon o recto. Fueron excluidos los que tenían un índice de masa corporal extremo (menor de 18 o mayor de 28 kg/m2), una infección activa, las embarazadas, los pacientes con alteraciones de tiroides, los que presentaban antecedentes de abuso de alcohol o cannabis y los que seguían tratamiento con bloqueadores de los canales de calcio, antieméticos, opioides, antihistamínicos, neurolépticos, anticolinérgicos o glucocorticoides. Los pacientes fueron asignados a tres grupos de tratamiento: en dos de los grupos se realizó un precalentamiento con una manta de aire caliente o con una manta eléctrica durante 30 minutos a 42 ºC, mientras que a los pacientes del tercero (grupo control) sólo se les cubrió con las sábanas de algodón. Para evitar las variaciones de temperatura corporal debidas al ritmo circadiano, el estudio se inició en todos los casos a las 7:30 h de la mañana; transcurridos los 30 minutos de tratamiento según la asignación a cada grupo, se realizó la inducción anestésica y se colocó una manta de aire caliente a todos los pacientes. La sueroterapia administrada por vía intravenosa se calentó a 42 ºC y la temperatura del quirófano se mantuvo a 20 ºC. Todos los pacientes anestesiados con la misma técnica intravenosa con propofol, remifentanilo y rocuronio mediante bomba de infusión. Se registró la temperatura esofágica, timpánica y cutánea cada 10 minutos.
En cada grupo de tratamiento se incluyeron 9 pacientes. Uno del grupo control presentó una reacción anafiláctica, por lo que se suspendió la intervención y se le excluyó del estudio. Los tres grupos fueron comparables en cuanto a edad, estado físico según la clasificación de la American Society of Anesthesiologists, e índice de masa corporal. No hubo diferencias en la temperatura ambiental, la administración de anestésicos, los fluidos o la presión arterial media. La duración de la anestesia osciló entre 90 y 260 minutos. La temperatura central medida en la membrana timpánica al finalizar el periodo de precalentamiento fue de 35,9 ± 0,5 ºC en los dos grupos en los que se utilizó un sistema de calentamiento activo. Pese a las medidas de precalentamiento y al calentamiento intraoperatorio con la manta de aire caliente, la temperatura esofágica descendió en todos los grupos durante la intervención. Al cabo de 50 minutos de haberla iniciado, la temperatura esofágica fue de 36,5 ± 0,4 ºC con la manta de aire, de 36,2 ± 0,3 ºC con la manta eléctrica y de 35,9 ± 0,3 ºC en el grupo control. Las diferencias fueron estadísticamente significativas entre el grupo control y el de la manta eléctrica, aunque con muy poca relevancia clínica. Sesenta minutos después de llegar a la sala de recuperación post-anestésica, no se observaban diferencias en la temperatura timpánica entre los tres grupos (35,5 ± 0,8; 35,6 ± 0,5 y 35,4 ± 1 ºC, respectivamente). La temperatura cutánea fue inferior en el grupo control que en los otros dos grupos, con significación estadística desde el precalentamiento hasta 70 minutos después de iniciar la intervención quirúrgica.
El estudio presenta dos limitaciones principales: la gran variabilidad en la duración del tiempo quirúrgico y el hecho de que la diferencia de temperatura entre los dos grupos de tratamiento y el grupo control fueron menores de lo esperado. A partir de los resultados obtenidos, los autores concluyen que el precalentamiento activo de los pacientes antes de la inducción anestésica con una manta de aire caliente o eléctrica previene la hipotermia central durante la primera hora de una intervención quirúrgica, por lo que sería aconsejable realizarlo en todas las intervenciones programadas.
De Witte JL, Demeyer C, Vandermaele E. Resistive-heating or forced-air warming for the prevention of redistribution hypothermia. Anesth Analg. 2010; 110: 829-833.