–¿En qué consiste el programa de cronicidad de Médicos sin Fronteras?
–Aunque tenemos algunos proyectos específicos de pacientes crónicos, en realidad estamos viendo este tipo de pacientes en prácticamente todos los proyectos. Calculamos que en los 28 países en que MSF OCBA tenemos proyectos de salud hay más de 60.000 consultas por patologías crónicas cada año.
Muchas emergencias en las que trabajamos actualmente se producen en países de renta media, en los cuales hay también mucho paciente crónico. Estos pacientes han estado ahí siempre, pero se han vuelto más visibles en los últimos 5-8 años, en los que todos hemos hecho un esfuerzo para intentar mejorar su tratamiento durante las emergencias.
–¿En qué misiones hay más pacientes diabéticos?
–Uno de nuestros problemas con la diabetes es que hay grandes diferencias de prevalencia entre los centros, que se corresponden con el nivel de diagnóstico previo a nuestra intervención. Por ejemplo, si acudimos a una emergencia en Siria, donde antes había un sistema de salud que funcionaba, nos encontramos con que muchas personas ya estaban diagnosticadas y tratadas antes del conflicto y están buscando la manera de continuar con su tratamiento.
–¿Cómo es el día a día de un diabético en estas zonas?
–Pues depende básicamente del rango de su enfermedad... En los pacientes diabéticos de más edad normalmente vemos complicaciones cardiovasculares o derivadas del pie diabético; esto es más habitual en Oriente Medio. La lucha de muchos de estos pacientes es poder mantenerse en tratamiento, pues los sistemas sanitarios de países en guerra tienden a colapsarse y lo primero que cae es todo lo relacionado con la patología crónica, ya que se cierran las consultas externas y todos los recursos se destinan a emergencias.
En cambio, en África el día a día de un diabético tipo 1 es muy diferente. Cuando se hace un diagnóstico de diabetes tipo 1 y no hay apoyo de organizaciones como nuestra ONG, con frecuencia vemos que la familia se tiene que trasladar a vivir cerca del hospital para que el paciente pueda ir dos veces al día a pincharse la insulina. Los pacientes son totalmente dependientes del hospital y si faltan algún día se quedan sin insulina. Esto supone una gran barrera para que la diabetes sea compatible con una calidad de vida aceptable.
–¿En qué aspectos de la diabetes se centra vuestro trabajo?
–Como estamos un promedio de 3 años en las misiones no hacemos screennings poblacionales. Pero sí que diagnosticamos a todos los pacientes que llegan con alguna complicación o si hay una sospecha clínica de diabetes.
Pero la parte más complicada es poder mantener el tratamiento de todas las personas que lo necesitan, y en algunos contextos el tratamiento de las complicaciones también supone un desafío significativo.
–La epidemia de diabetes tipo 2, ¿también se produce en las áreas en las que trabajáis?
-En el contexto africano hasta hace poco la diabetes tipo 2 no se incluía ni en el listado de enfermedades que seguimos, y ahora está muy presente; vemos cómo incrementa incluso en el personal sanitario local que trabaja con nosotros. Las sociedades se están urbanizando, cada vez hay más megaciudades, hay cambios en los hábitos de comida… son cambios que están haciendo más evidente la epidemia.
Muchos de estos países están en transición de tener lo que se llama una doble carga de enfermedad: todavía tienen mucha patología infecciosa, aunque hay menos mortalidad en algunas de ellas, y ahora suman esta segunda carga de patología crónica que está llegando.