No contribuye al optimismo el hecho de que recientemente se haya dado a conocer la existencia del primer caso de Zika autóctono en nuestro país, contagiado por transmisión sexual. De hecho, la OMS recomienda a las personas que han visitado un área afectada y que no presentan síntomas que tengan relaciones sexuales protegidas o se abstengan de ellas durante 8 semanas. En el caso de que un varón haya mostrado síntomas de infección, la protección o la abstinencia preconizadas deben mantenerse durante un periodo de 6 meses. No parece a priori una receta fácil ni muy eficaz, más si se tiene en cuenta que la infección por Zika pasa desapercibida a sus portadores en no pocos casos.
En las páginas interiores hablamos sobre tres de las enfermedades víricas emergentes que actualmente se encuentran en el punto de mira de los especialistas en microbiología y enfermedades infecciosas: Zika, chikungunya y dengue. Ahora es el Zika el que acapara más interés mediático por su capacidad de causar microcefalia en los fetos de mujeres embarazadas; de hecho, el último recuento al respecto señala la existencia de 1.616 casos de niños afectados en Brasil y 2 en España. Pero los expertos advierten que seguramente en los próximos meses vamos a oír hablar también del chikungunya importado, pues en los laboratorios de microbiología españoles ya se está detectando un importante auge de este virus, cada vez más frecuente en áreas turísticas del Caribe que hasta ahora estaban libres de la enfermedad.
Estos nuevos virus emergentes también tuvieron sus diez minutos de gloria en el último congreso de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC), pues constituyen un ejemplo, que no el único, de la importancia de que los sistemas sanitarios cuenten con laboratorios y profesionales especializados en enfermedades transmisibles y preparados para dar una respuesta inmediata a las crisis de salud pública que se presentan de forma periódica. Los virus del SIDA, Creutzfeldt-Jakob o, más recientemente, el Ébola son sólo algunos ejemplos.
Por eso resulta cuando menos sorprendente que España sea el único estado europeo, junto con Chipre, Bélgica y Luxemburgo, que no reconoce la especialidad de enfermedades infecciosas. O que el Real Decreto de Troncalidad de 2014 haya reducido en dos años el tiempo de formación en microbiología, que además queda encuadrada en un «tronco de Laboratorio» genuinamente autóctono. ¿Cómo justificar un real decreto que da la espalda a la realidad europea, impidiendo la libre circulación de profesionales, y que ningunea dos especialidades que ocupan el cuarto lugar (enfermedades infecciosas) y el sexto (en el caso de la microbiología clínica) en el ranking mundial de producción científica?
El mundo es cada vez más pequeño, y es necesaria una cierta amplitud de miras que nos permita estar preparados para afrontar los nuevos retos globales de salud pública. Ahora tenemos el capital humano necesario para ello, pero es preciso ponerse ya manos a la obra para garantizar el más que necesario relevo generacional.