Internet ha revolucionado nuestra vida cotidiana, nuestro trabajo, nuestras aficiones... Más jóvenes aún, las redes sociales han transformado nuestra forma de comunicarnos con otras personas. Con suma facilidad y al instante, cualquiera puede transmitir cualquier cosa –una foto, un texto, un enlace– a todo el mundo que quiera seguirle. Es evidente que el hiperconectado mundo en el que vivimos ofrece muchas ventajas pero, como casi todo, también tiene su otra cara de la moneda y es fácil caer en un mal uso de sus posibilidades
En este número de 7DM hablamos de ello a partir del manual de estilo para médicos sobre el buen uso de las redes sociales, una iniciativa del Consejo General de Colegios de Médicos (CGCOM) que se basa en gran parte en los artículos de su Código de Deontología Médica.
El propio hecho de ejercer la medicina conlleva una serie de obligaciones incuestionables, como son respetar la confidencialidad y el secreto médico de sus pacientes o no favorecer la información engañosa en temas sanitarios. Otros asuntos no se refieren a temas estrictamente legales, pero entran en el terreno de la ética, desde el respeto hacia los colegas hasta la responsabilidad de velar por la propia imagen como colectivo que debe generar confianza entre la población a la que asiste.
El tema del buen uso –o mal uso– de las redes sociales no venía recogido en el Código Deontológico de 2011, pero sí incluía artículos referidos a la telemedicina. Por ejemplo, que el ejercicio clínico de la medicina mediante consultas exclusivamente por carta, teléfono, radio, prensa o internet es contrario a las normas deontológicas, y que la actuación correcta implica ineludiblemente el contacto personal y directo entre el médico y el paciente. No obstante, se considera éticamente aceptable, en caso de una segunda opinión y de revisiones médicas, el uso del correo electrónico u otros medios de comunicación no presencial y de la telemedicina, siempre que sea clara la identificación mutua y se asegure la intimidad.
En cualquier caso, el manual de estilo, sobre el que pueden opinar todos los facultativos que lo deseen antes de que se publique su versión definitiva, es fruto de la necesidad de adaptarse a los nuevos tiempos y, por tanto, a las nuevas tecnologías. Es una consecuencia de comprender que hoy día el acto médico no es solamente lo que ocurre en la consulta, y que todo lo que exprese un médico cuando se presenta como tal –incluso en Twitter o en Facebook– debe seguir las mismas normas éticas y legales que de él se esperan en cualquier otro contexto. Así, el citado código entiende por acto médico «toda actividad lícita, desarrollada por un profesional médico, legítimamente capacitado, sea en su aspecto asistencial, docente, investigador, pericial u otros, orientado a la curación de una enfermedad, al alivio de un padecimiento o a la promoción integral de la salud».
Un médico no puede olvidarse de la ética profesional y de sus responsabilidades legales cuando entra en una red para comentar algo sobre salud y medicina. Ése es el llamamiento que desea hacer el CGCOM con el nuevo manual de estilo que, al fin y al cabo, no hace más que promover el sentido común, en ocasiones el menos común de los sentidos.