Pero esas cifras colosales cabe verlas como el resultado de los progresos -económicos, sociales, sanitarios, etc.- que se han producido a lo largo de la historia. Es fantástico comprobar cómo la esperanza de vida ha crecido enormemente en los países desarrollados, sobre todo en las últimas décadas, como consecuencia de un conjunto de avances fundamentales que van desde las vacunas y los antibióticos hasta el acceso al agua potable y las mejoras higiénicas. Que el 90% de los españoles muera por una enfermedad crónica significa que no lo hace por otras causas que tradicionalmente provocaban una mayor mortalidad, como las enfermedades infecciosas.
Pero todo tiene sus efectos colaterales. El éxito de las mejores condiciones de vida tiene entre sus consecuencias una evolución demográfica caracterizada por un envejecimiento considerable de las poblaciones de los países desarrollados y el aumento de la prevalencia de las enfermedades crónicas, muchas asociadas a la edad avanzada.
Una de los expertos de nuestro país que más se ha preocupado por el reto que representa la cronicidad es Rafael Bengoa, que fue consejero de Sanidad del País Vasco entre 2009 y 2012, y que asesora a la administración estadounidense en su proceso de reforma sanitaria. En una entrevista explicaba que en España se ha pasado de una expectativa de vida de 72 a 80 años en la última década y media. «Es un avance magnífico –añadía-, pero también implica un incremento del número de enfermos crónicos. Sabemos que los nuevos medicamentos que se lanzan al mercado salvan vidas, pero eso también genera más enfermos crónicos que deben ser tratados de por vida. Por todo ello, vamos a tener que inventar un sistema dirigido a la cronicidad».
El reportaje de este número de 7DM aborda precisamente este gran desafío que representan las enfermedades crónicas para los sistemas sanitarios, el nuestro y los de todo el mundo, y las propuestas de los expertos que han participado en la elaboración del Informe Cronos, un documento que se presentó en abril en Madrid y que apuesta por una serie de cambios profundos que pueden permitir al SNS afrontar el futuro con mejores garantías. Contamos asimismo con las declaraciones de Joan Escarrabill, director del Programa de Atención a la Cronicidad del Hospital Clínic de Barcelona, quien habla de los pilares básicos sobre los que se debería sustentar el nuevo modelo de la atención a los pacientes crónicos.
En medicina hasta los mejores tratamientos que pueden salvar millones de vidas tienen efectos no deseados, pero no por ello se puede prescindir de tales tratamientos. Si el mayor número de enfermos crónicos es un efecto secundario de las mejores condiciones de vida de los ciudadanos, lo que debe hacerse es progresar en su atención, seguir mejorando su calidad de vida de la mejor manera que permitan los recursos disponibles. Con educación, prevención y una mejor coordinación de la asistencia sanitaria. Reproduciendo las palabras de Joan Escarrabill, las enfermedades crónicas representan un problema de gran magnitud, pero sobre todo representan una oportunidad para introducir los cambios profundos que necesitan los sistemas sanitarios.