Entre estos pacientes se encuentran los afectados por COVID-19 persistente, que sufren síntomas y secuelas meses después de pasar la enfermedad. Algunos de estos síntomas son de naturaleza neurocognitiva, con un impacto importante en el desarrollo de su día a día, desembocando frecuentemente en trastornos de angustia y depresión, explica. "También vemos algún trastorno de estrés postraumático en pacientes que han sufrido los casos más graves de COVID-19, especialmente los que han sido ingresados en la UCI durante tiempo".
Diferentes expertos en salud han señalado que la pandemia ha producido un incremento del 30% de los trastornos emocionales en la población general, y estudios recientes del Hospital de Sant Joan de Déu apuntan a que estos incrementos son aproximadamente de un 50% en población infantil y adolescente. Los principales trastornos que se están viendo en jóvenes son angustia, depresión, trastornos de la conducta alimentaria y un incremento de los brotes psicóticos y conductas autolesivas.
Uno de los colectivos que también está sufriendo trastornos emocionales son las personas mayores. "Observamos que en algunas de las personas mayores que han sufrido soledad impuesta por la pandemia ahora les cuesta nuevamente recuperar la dinámica de socialización, ya sea porque tienen miedo o porque no se sienten con ánimos”, señala Gloria Rius.
Los trastornos mentales que más se están observando en la edad adulta son: trastornos de angustia, síndromes depresivos, TOC y un incremento del abuso sustancias, especialmente de alcohol y tabaco.
Finalmente, Gloria Rius, alerta de la cronificación de algunos procesos de duelo. "Muchas personas no se pudieron despedir de sus seres queridos como querían y necesitaban; por tanto, el proceso de duelo se cronifica y esto supone más malestar emocional".