Una de las principales conclusiones de la revisión es que la pérdida de peso es un requerimiento que debe ser mucho más relevante como paso previo al trasplante. En este sentido, subrayan la necesidad de incluir de forma más explícita en las guías clínicas de trasplante, y como campaña de sensibilización entre los candidatos, la relevancia de la pérdida de peso previa, junto con el ejercicio físico y una dieta saludable. "El trasplante es el tratamiento que aporta más calidad de vida a las personas con una enfermedad renal crónica grave y estudios recientes muestran que perder peso una vez recibido el riñón no conlleva mejoras significativas en la supervivencia del injerto", explica María Quero, del Servicio de Nefrología del HUB.
Los pacientes que reciben hemodiálisis se encuentran con un fenómeno de epidemiología inversa: la obesidad y otros factores de riesgo cardiovascular tienen una cierta función de protección contra su enfermedad renal. Sin embargo, el trasplante renal es el mejor tratamiento posible a largo plazo, según se evidencia en los trabajos previos que se han revisado para el estudio.
La obesidad aparece como uno de los criterios de valoración para los pacientes candidatos a recibir un trasplante renal. Es un factor de riesgo cardiovascular y de otros trastornos del metabolismo muy importante. El trasplante renal aumenta la supervivencia de los pacientes de enfermedades renales crónicas, pero aun así un 17% de las muertes de receptores de un trasplante renal se debe a una enfermedad cardiovascular.
Un índice de masa corporal (IMC) a partir de 30-35 puede suponer que una persona con enfermedad renal crónica esté más tiempo en la lista de espera o que no pueda añadirse a la misma si llega a niveles de obesidad mórbida. Aunque la obesidad se asocia con complicaciones en el trasplante renal, diferentes estudios analizados en el trabajo permiten concluir que el trasplante también mejora la supervivencia de los pacientes obesos con enfermedades renales crónicas. En este sentido, el estudio del Hospital de Bellvitge subraya la conveniencia de no utilizar el IMC como criterio único de clasificación de los pacientes en las listas de espera. En lugar de ello, propone analizar cada caso de forma individual y tener en cuenta otros factores que pueden explicar el aumento de peso, como la acumulación de líquidos o la distribución de la masa muscular.