El confinamiento empeoró el estado de las personas con deterioro cognitivo

El confinamiento decretado a partir del 13 de marzo afectó especialmente a las personas con deterioro cognitivo, como revela un estudio publicado por la revista Frontiers in Neurology, realizado por médicos del Servicio de Neurología del Hospital del Mar e investigadores del Grupo de investigación en Neurofuncionalidad y Lenguaje del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas (IMIM-Hospital del Mar). Según sus cuidadores, 6 de cada 10 pacientes analizados sufrió un empeoramiento de su situación previa a la pandemia.

El trabajo siguió a 60 pacientes del Servicio de Neurología, con una edad media de 75 años, y a sus cuidadores. A través de una encuesta telefónica, se midieron los cambios funcionales y neuropsiquiátricos sufridos por los pacientes, así como la sobrecarga de los cuidadores a causa de las restricciones provocadas por la pandemia. Se analizó su adaptación al confinamiento y a las medidas de seguridad, posibles cambios de lugar de residencia, el apoyo médico recibido, caídas, interrupción de programas de estimulación cognitiva o pérdida de rutinas diarias.

Un total de 25 pacientes (42%) tenían diagnóstico de enfermedad de Alzheimer en fase de demencia y 15 (25%), deterioro cognitivo leve. El resto sufrían diferentes tipos de demencia. Solo 6 se infectaron con el coronavirus SARS-CoV-2. Los resultados, según Aida Fernández-Lebrero, médica adjunta del Servicio de Neurología, investigadora del IMIM y segunda firmante del estudio, apuntan que “a pesar de que también puede haber un deterioro cognitivo, los síntomas neuropsiquiátricos se han visto claramente agravados. En nuestro estudio, hemos encontrado motivos para creer que el confinamiento ha empeorado significativamente esta esfera globalmente, pero todavía más en materias como la depresión, la ansiedad, la agitación y la pérdida de apetito”.

Afectación también a los cuidadores
Según la percepción de los cuidadores, en el 60% de los casos, los pacientes vieron cómo empeoraba su deterioro cognitivo. Siete de cada 10 enfermos abandonaron sus actividades diarias. El 43% dejaron de ir a reuniones sociales, como centros de día, y el 28% dejó de recibir estimulación cognitiva en centros especializados, ya que cerraron. Además, el 42% dejó de ir a hacer actividad física, cuando antes del confinamiento iban al gimnasio o salían a pasear. 2 de cada 10 dejaron de ir a comprar y el 31% de visitar a familiares como hacían antes de las restricciones.

Durante el confinamiento, el 15% de los pacientes sufrió episodios de delirio y el 13% un aumento del número de caídas (en el 62% de los casos en personas con demencia moderada, seguramente a causa de un control más cercano de los cuidadores en los casos de demencia más avanzada o por una escasa movilidad).

“El hecho que nuestros pacientes desarrollasen más síntomas afectivos que psicóticos durante el confinamiento, refleja la situación de soledad que tuvieron que afrontar. La pérdida de recursos, reuniones sociales y seguimiento institucional les debía hacer sentir abandonados”, explica Ainara Barguilla, médica residente del Servicio de Neurología del Hospital del Mar y coautora principal del estudio. Los cuidadores percibieron un incremento de la carga de trabajo y siete de ellos (11% del total) indicaron agotamiento, sobre todo en personas a cargo de enfermos con niveles avanzados de demencia. En relación con los cuidados médicos, el 16% de las familias afirmó haber sufrido problemas para acceder a ellos. Dos de cada 3 recibieron asistencia telefónica y en un 21% de los casos se produjeron cambios en el tratamiento psicofarmacológico durante el confinamiento.

“Los pacientes que sufren una enfermedad neurodegenerativa son especialmente vulnerables a infecciones y cambios en sus rutinas. De hecho, el aislamiento social se vincula a un peor pronóstico”, destaca. Albert Puig-Pijoan, médico adjunto del Servicio de Neurología, investigador del IMIM y uno de los coautores principales del trabajo. Los resultados del estudio demuestran que “necesitamos llegar a los pacientes y a sus cuidadores y desarrollar estrategias adecuadas para reforzar y adaptar la atención sanitaria y el apoyo social que reciben”, remarca Puig-Pijoan.

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